Ítaca es nunca | Cristina Falcón

Cristina Falcón fotografiada por Rafa Agustín en la presentación del libro en la Biblioteca Torras i Bages, el 30 de junio de 2021.

Ítaca es nunca, es el título que Cristina Falcón da a su tercer poemario publicado por la siempre acertada Editorial Candaya. Que junto a Memoria errante y Borrar el paisaje, forman una trilogía que recomendaría leer de forma conjunta, a riesgo de quedar heridos de bella tristeza.

En Ítaca es nunca, Cristina continúa el diálogo iniciado en los títulos previos, la interpelación poética a alguien, tal vez un dios, tal vez el país, la casa, la madre, tal vez ella misma, o a nosotros los lectores. Tal vez espere respuestas, un sentido a tanto dolor, o simplemente constatar el vació que tarde o temprano nos acaba uniendo a todos. Este periplo que es la vida, y más la de las personas que en su día decidieron ser navegantes, cambiar de horizonte, de mar, de cielo, de universo. Este camino en el que convergen todos los finales. 

La memoria, el paisaje y ahora el destino insondable. Tres estadios por los que nuestra querida poeta ha sucumbido a monstruos, tentaciones, miedos y duelos. Su poesía nos permite subir a la embarcación, o a la preciosa ballena de la portada y navegar junto a ella, y ahogarnos y desahogarnos con sus palabras. Nos permiten empatizar con sus duelos y a la vez filtrarlos con los propios, corroborando la sensación de ser capaces de sentir desde las mismas coordenadas, confirmando el poder catártico de la poesía, del abrazo poético.

Con este nuevo libro, Cristina vuelve a ofrecernos una puerta a su universo, un universo lleno de constelaciones y de cantos de sirena, de lunas y de hilos que van tejiendo un lenguaje tan profundo, fuerte y a la vez delicado, como de hecho es ella misma.

Con la lectura de Ítaca es nunca acompañamos a la poeta en el vaivén del adiós, el intento de cerrar una puerta, de completar un círculo, como si todos los duelos pudiesen cerrarse de manera definitiva. Sin embargo, el escribir sobre la congoja de la pérdida, el dolor, el hacerse consciente del peso de la soledad, permite que todas sus partículas vayan depositándose en el fondo de este mar llamado corazón, haciendo más leve convivir en el espacio que ocupa tanta ausencia. Tal y cómo escribió Simone Weil en relación con la desgracia, debemos aceptar lo amargo, y no permitir que esta aceptación disminuya la amargura, porqué el objeto de aceptación es la propia amargura.

Podríamos reseguir el viaje que Cristina nos plantea agarrándonos a una cuerda, un cordón umbilical imaginario, que nos permite volar por la inmensidad del universo, y desde allí, desde tanta distancia observar el país, el de la niñez, el de la sangre, observar su transformación, una transformación que diluye la comprensión, que ahuyenta el vínculo, la ciudadanía emocional, y deja al lector en una suspensión apátrida.

Y seguimos cogiendo con fuerza este cordón umbilical de Cristina, y vamos acercándonos a la casa, al derrumbe, al solar sentimental. Imágenes superpuestas de la infancia, de los ausentes, del pasado, del silencio, el vacío. La casa familiar como refugio. Un refugio que ha devenido inalcanzable.

Y continuamos tirando del cordón, hasta el origen, hasta la madre, la madre ensimismada en un laberinto sin salida. Convertir al monstruo, a la enfermedad en poesía, eso hace Cristina, el lenguaje secreto de las manos, de las flores, de los animales… al que se llega sin palabras, para atender, para acompañar, para abrazar, para hacerse a la idea del zarpazo que se acerca.

País, casa, madre, una matroska de los afectos, del refugio, de las raíces. Aprender a andar al lado del vacío, del abismo, con la mochila llena del peso de la soledad, de la vida, del ahora. Aceptar lo amargo para poder aceptar la vida en su totalidad, para poder amar lo tangible i lo intangible.

Y aún con toda la tristeza, leo luz entre verso y verso, luz, amor, vida, y conciencia de que es responsabilidad de cada uno de nosotros decidir que, a pesar de todo, el dolor, los monstruos y las trampas, queda la poesía, la belleza de una flor, de las cosas invisibles, las ventanas para abrir y los paisajes donde volar. La enhorabuena, Cristina Falcón, por este regalo que nos ofreces, este abrazo desde lo amargo hacia lo bello.

Vilafranca del Penedès, 30 de junio de 2021

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